Monthly Archives: October 2011

personii

Las primeras veces, cada empujón resulta en un nuevo comienzo, un pequeño salto del cerebro que nos regresa a la realidad entre balanceos y trompicones a lo largo de esas ratoneras forradas de azulejos para llegar hasta cada andén. Una vez allí, la espera se traslada a un segundo plano tornando curiosidad por el entorno mientras aportamos nuestra particular versión a los múltiples y ajenos monólogos entre hemisferios cerebrales de ajenos congéneres que ya se encontraban aguardando.

Instantes después, un cambio en un panel o un ya por repetición muy familiar chirriante sonido de metal contra metal nos empuja inevitablemente hacia la línea amarilla que delimita la salida en esa nueva carrera que es entrar al vagón antes que ninguno, antes incluso, de que nadie haya conseguido salir del atascado cajón metálico.

Así y todo, tras tejemanejes, fintas y otros trucos varios, cada cual desarrolla los suyos, un lugar en el vagón simboliza el éxito de nuestra particular batalla por ganar el acceso (o la escapada) del cajón metálico que nos traslada por túneles aún más oscuros que aquellos por los que andamos al adentrarnos en el metro. Curiosamente, en estas personales batallas, quedar más abajo (sentado) suele ser símbolo de un mayor éxito todavía, así que, una idea… ¿no sería el mayor éxito acabar sentado en el suelo?.

Tras incontables repeticiones de este desplazarse por las entrañas de la ciudad, la curiosidad torna costumbre y comenzamos a vestirnos con una cierta  película de indiferencia que nos permite ignorar que transitamos el mismo camino que miles de otros seres similares, con simples momentos temporales diferentes, recorrieron, recorren y recorrerán.

Por eso es que me cuesta mucho olvidar aquella tarde que, con los cascos del reproductor de música incrustados en las orejas y la música a un volumen que apenas permitía escuchar los sonidos más elevados fuera de mi burbuja, me colé en el primer vagón del tren que recorría la línea tres y, tras constatar sorprendido que había bastantes sitios vacíos, me apoderé de un trono y tiré de la mochila para pillar el libro. Cuando parecía que iba a ser el comienzo de otro monótono viaje hacia mi destino, el tipo que estaba sentado justo delante mío pareció moverse hacia mi y captó la poca atención que hacia el exterior en esos momentos yo proyectaba.  Tras sacarme el auricular del oído, volvió a decir algo, que esta vez sí que pude escuchar. “¿Qué estás escuchando?” inquiría. Sorprendido pero agradado por lo peculiar del asunto, contesté con el título de la canción y el grupo, “Soziedad Alkoholika, la canción de “piedra contra tijera”, le dije. “Tienen algunas canciones buenas, me respondió” Y acto seguido se sentó a mi lado y me pidió un auricular. se lo puso en la oreja más lejana y pasamos el resto de mi trayecto charlando sobre la vida en general, tan a gusto que tuve que retornar una o dos estaciones por no querer interrumpir la conversación.

Fue uno de los mejores viajes en metro que he tenido el gusto de hacer.